El amor incondicional es una tierna plantita

Para ayudar a que florezca la tierna plantita del amor incondicional, podemos aplicar las virtudes de la confianza, la continuidad, la disciplina, la aceptación, el perdón, la misericordia y el desapego.
El amor incondicional es como una tierna plantita. Nosotros, los humanos, hemos puesto muchas condiciones para permitir el amor, al igual que para ser felices o tener éxito.
¿Cómo podemos encontrar una salida a esta condicionalidad? Una forma de hacerlo es aplicando implacablemente un conjunto de virtudes que todos llevamos dentro: Las virtudes son cualidades como la justicia, la honestidad, el humor, la confianza, la modestia, la serenidad, la atención o el amor. Las virtudes son potenciales intrínsecos o cualidades de nuestra alma o carácter que pueden descubrirse, reforzarse o desarrollarse. Son universales. El único beneficio son ellas mismas. Por eso son tan valiosas. Tienen un valor en sí mismas. No persiguen ningún beneficio, no imponen ninguna condición. Simplemente se sostienen por sí mismos.
Podemos ilustrar esto con el ejemplo de una planta: Demasiada agua puede ahogarla y muy poca puede hacer que se marchite. Depende de la cantidad correcta y de la intención correcta. Este amor incondicional es una planta tierna.

Para obtener eventualmente algo de esta planta llamada amor incondicional, frutos o simplemente la alegría de que florezca, debemos darle a la planta una forma e intensidad de cuidados apropiados. No hay ningún beneficio directo inmediato que podamos obtener al cuidarla. Regaremos la plantita y nada cambiará por el momento. No recibimos nada a cambio, ni siquiera un agradecimiento audible. «Querida planta, danos frutos y recibirás agua a cambio». Esto es exactamente lo que exige la condicionalidad. Sólo invierte algo en el cuidado de la planta si recibe algo a cambio, o incluso quita algo primero antes de dar.
«¡Entonces más vale que no me moleste en regar!», sigue diciendo la condicionalidad. ¿Cómo podemos salir de esta miseria? Para ayudar a que florezca el amor incondicional, podemos practicar las siguientes virtudes:
- Confianza: Practicar la confianza en que el cuidado de la planta es una buena acción en sí misma y practicar la confianza en que el buen cuidado puede conducir a un buen resultado, la confianza sin condiciones.
- Continuidad y disciplina: Regar una vez no funciona. Sólo cuando damos regularmente una cantidad adecuada de agua, la planta puede crecer y florecer. Todo lo que no sea eso puede matar a la planta. Continuidad incondicional.
- Aceptación: No importa lo que ocurra, lo aceptaremos. ¿El trébol tiene cuatro hojas? Quizá el humor y la serenidad también puedan ayudar: Dos virtudes relacionadas que pueden ayudar a aceptar las cosas que pasan. Aceptación incondicional.
- El perdón y la misericordia: Podemos perdonarnos a nosotros mismos cuando la planta ha muerto porque nos olvidamos de cuidarla. Podemos perdonar «las circunstancias» ajenas a nuestro control que también han provocado que la planta se marchite. Perdón incondicional.
- Desapego en todo: Desapego de cualquier condición, desapego de los resultados así como de las expectativas. Sobre todo, podemos desapegarnos de nosotros mismos, es decir, ser desinteresados. Este es el núcleo de la incondicionalidad, y si queremos practicar o experimentar el amor incondicional, nosotros mismos no debemos obstaculizarlo, independientemente de lo que ocurra.
En este punto, con respecto al tema del amor incondicional, empezamos a darnos cuenta de que nos estamos entregando a una causa mayor. Así, amar todo incondicionalmente equivale a la máxima entrega de nosotros mismos y a la máxima entrega a algo mayor, fuera de nosotros. Las virtudes antes señaladas constituyen una buena base para manifestar esta incondicionalidad. Abren el corazón y el alma y los preparan para cualquier cosa que quiera entrar en nuestra vida.